Debemos trasladar a la opinión pública y a la sociedad en general la situación de doble discriminación por razón de género y discapacidad que vivimos las mujeres de este grupo social.
Por información obtenida de la Organización Mundial de la Salud sabemos que: Globalmente, las mujeres soportan una carga de ceguera mayor que los hombres.
Un análisis de prevalencia de ceguera basado en la población de Asia, áfrica y los países industrializados indica que las mujeres son dos tercios de la población con ceguera en el mundo.
La mayoría de las personas ciegas viven en los países en vías de desarrollo.
Las frías estadísticas nos ayudan a entender esta cruda realidad, pero existen varias razones para justificar tal desigualdad como son:
- El costo de los servicios de salud: Con frecuencia, las mujeres tienen menos acceso a los recursos económicos familiares para pagar la atención oftalmológica o el transporte para llegar a los hospitales.
- La imposibilidad de desplazarse a un servicio de salud: las mujeres suelen tener menos opciones para viajar que los hombres. Las mujeres de tercera edad generalmente necesitan ayuda y las familias pobres no se las pueden proporcionar.
- Las diferencias en la percepción de la cirugía: a menudo se considera que las cataratas son una consecuencia inevitable del envejecimiento y es menos probable que las mujeres logren el apoyo social en una familia con una economía limitada.
- La falta de acceso a la información y a los recursos: la alfabetización en el sexo femenino y especialmente entre las personas mayores, es baja por lo que tienen menos probabilidades de enterarse de los posibles tratamientos.
- El miedo a un pobre resultado: En muchas ocasiones se desanima a las mujeres con respecto al hecho de recibir tratamientos, que podrían no tener un buen resultado es más probable que las mujeres sean funcionalmente ciegas que si se tratara de los hombres, ya que ellas pueden tener ocupaciones domésticas.
Las desigualdades biológicas y de género se combinan para causar una mayor carga de ceguera en las mujeres.
Hay diferencias biológicas como es él echo de que son las mujeres quienes dan a luz. Esto es una diferencia natural, más no determina que sean ellas quienes deban criar a los hijos y ser responsable de las labores domésticas, esto es una diferencia social o de género que la limita en el uso de su tiempo. Cuando comparamos el tiempo empleado para el desarrollo de trabajos remunerados y no remunerados diríamos que las mujeres utilizan dos tercios de su tiempo en trabajos no remunerados mientras que los hombres sólo un tercio, esto las restringe en las decisiones del uso de los recursos económicos de la familia.
Por lo que vemos una gran parte de la población con discapacidad está formada por mujeres, sin embargo aún nos encontramos con una baja representación, incluso en los propios movimientos asociativos. Los puestos directivos ocupados por mujeres con discapacidad son todavía excepcionales y las propuestas que tratan de incluir la perspectiva de género, tiene una gran oposición para su puesta en marcha.
La necesidad de poner en práctica políticas que tengan en cuenta a las mujeres con discapacidad debe ser una de nuestras principales exigencias a las organizaciones públicas y privadas, como a nuestras instituciones siendo importante contar con un marco normativo que prohíba las prácticas discriminatorias, se hace igualmente necesario contar con instrumentos que materialicen la igualdad de oportunidades y que reduzcan brechas entre hombres y mujeres.
La convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer aprobado el 18 de diciembre de 1979. Considerando que la carta de las Naciones Unidas reafirma la fe en los derechos humanos fundamentales, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Considera que la declaración universal de los derechos humanos reafirma el principio de la no discriminación y proclama que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y que toda persona puede invocar todos los derechos y libertades proclamados en esa declaración sin distinción alguna y, por ende, sin distinción de sexo.
La formación de las niñas y mujeres con discapacidad aparece como una necesidad que debe ser cubierta para favorecer su plena inserción socio – laboral, en la actualidad contamos con un modelo de formación tradicional, insuficiente que no satisface las necesidades específicas del sector por lo que debería proponerse una formación basada en valores de solidaridad y tolerancia incluyendo la perspectiva de género en la educación. Éste es el fundamento sobre el que debe construirse una sociedad abierta y plural.
Las mujeres con discapacidad tenemos el derecho de incorporarnos en igualdad de condiciones en el mercado laboral. Ciertamente ser mujer y discapacitada nos coloca en una situación difícil, al estar aparentemente fuera del marco de lo que se considera productivo, eficaz y económicamente conveniente. El ahorro de los costos de producción se ha convertido en la ley fundamental del nuevo mercado global, y cualquier incidencia que afecte a la rentabilidad es eliminada. Es por ello indispensable adoptar medidas que frenen esta tendencia, promoviendo la igualdad de oportunidades y el efectivo cumplimiento de las obligaciones internacionales en salvaguarda de la dignidad en el trabajo.
Es importante la creación de servicios de información y orientación para abordar el tema de la sexualidad, la vida en pareja y la maternidad en la discapacidad de forma natural y sin tabúes.
La lucha contra la violencia sobre las mujeres en todas sus facetas, institucional, social, familiar (la pérdida del derecho a la propia intimidad en hospitales y hogares, la violencia ejercida por la pareja o por nuestros familiares...) busca una reivindicación constante de este grupo social. Este problema, extensible a todas las mujeres, ofrece especiales peculiaridades en casos de discapacidad. Esto exige la adopción de actuaciones diferenciadas de las encaminadas a prevenir la violencia a las mujeres en general.
Las mujeres con discapacidad somos esposas, novias, hijas, hermanas o madres, lo que significa que estamos expuestas a experimentar la violencia en todas sus formas. Sin embargo, existen factores determinantes que hacen que podamos ser objeto de violencia en mayor medida que el resto de las mujeres sin discapacidad. Así, las mujeres que necesitan asistencia para su vida diaria, como comer, vestirse, trasladarse, se encuentran en una situación de dependencia que las convierte en personas especialmente vulnerables.
Este colectivo pertenece a dos grupos en desventaja y minoritarios (las personas con discapacidad, y dentro de estas, las mujeres), se enfrentan a una doble discriminación y a múltiples barreras que dificultan la consecución de objetivos de vida considerados como esenciales. mayores carencias educativas, escaso o nulo acceso a programas y servicios dirigidos a mujeres y un mayor riesgo de padecer abuso sexual y físico son algunos de los rasgos sociales que rodean a la mujer con discapacidad visual.
Esta discriminación es el agravamiento de una discriminación secular de la mujer en general, mucho más severa y más difícil de combatir, que afecta a aspectos como la educación, el empleo, el matrimonio, la familia, el estatus económico, la rehabilitación...
Educación:
Muchas mujeres con discapacidad se ven privadas de sus derechos como ciudadanas y, de esta manera, la sociedad se ve privada también de sus habilidades y conocimientos, cuando se niega o limita su acceso a la educación. Debido a percepciones tradicionales del rol de la mujer, resulta todavía más difícil convencer a la sociedad e incluso a muchas familias que sus hijas con discapacidad deben recibir formación de la manera más normalizada posible. En muchas sociedades se entiende que la mujer no necesita formación, si a eso añadimos el que tenga una discapacidad, el estímulo que reciben por parte de su familia para que accedan al sistema educativo es prácticamente inexistente, de esta manera, el índice de analfabetismo es superior al de los hombres con discapacidad.
Empleo.
Es obvio, pues, que ante una carencia de formación y cualificación las mujeres con discapacidad tengan nulas o escasas posibilidades de percibir ingresos y mejorar su situación. Generalmente existe una baja expectativa de las posibilidades profesionales de una mujer con discapacidad. De las personas que trabajan, la mayoría lo hace en oficios mal remunerados y en situaciones de explotación.
. Auto percepción e imagen social
Un elemento clave para la comprensión del fenómeno de la violencia ejercida contra mujeres con discapacidad es el de su imagen ante los ojos de la sociedad y los suyos propios. Por este motivo, se le presta aquí una mayor atención.
El grado de satisfacción personal que experimenta una mujer tiene mucho que ver con que se identifique más o menos con la imagen que socialmente se tiene del cuerpo. Así, la gordura se convierte en algo indeseable y la delgadez se identifica con el éxito. Sin embargo, este prototipo es en el mayor número de casos, inalcanzable por las mujeres. Además de estos atributos físicos, entran en juego rasgos culturalmente aceptados como ideales en la mujer y que difícilmente cumplen aquellas que tienen alguna discapacidad, quienes tienen experiencias y apariencias "diferentes", lo que las aparta y aísla del resto del grupo.
Los prototipos y normas estéticas definidas por la cultura dominante, mostradas a través de la publicidad e interiorizadas como socialmente deseables provocan la necesidad de cambiar o alterar el cuerpo imperfecto. El mensaje es claro: "El modo en qué nuestros cuerpos están ahora no es aceptable ni deseable". Ser no–discapacitada es lo ideal, y unido a ello, está la expectativa adicional de conseguir el ‘cuerpo perfecto’.
Las mujeres con discapacidad no se libran tampoco de la influencia que ejercen esos mensajes publicitarios a la hora de "configurar" sus cuerpos, sabemos lo que es deseable y no en el cuerpo de una mujer y comparamos… La discapacidad es vista como un "déficit" y el "ideal" impuesto queda lejos de su alcance. Estos mensajes se interiorizan y se establecen relaciones de comparación entre el estándar de belleza y la imagen que estas mujeres tienen de sí mismas es lo que probablemente las conducirá a un deterioro de su autoestima.
Esta auto-imagen se ve refrendada o cuestionada por la familia y amigos desde que surge la discapacidad que puede ser desde la infancia. Comienza, entonces, un proceso de evaluación, de comparación del cuerpo y los estándares de belleza. Al mismo tiempo, y en función de esa percepción que los demás tienen de la discapacidad, se niegan, o limitan, roles que generalmente son asignados a las mujeres. No encajar en el molde establecido de belleza o "buena presencia" limita las posibilidades de mantener relaciones íntimas, acentúa las diferencias físicas y daña la auto-percepción que tenemos de nuestro cuerpo. Por lo tanto, una mujer con discapacidad acaba viviendo esa discapacidad como algo negativo, entre otras cosas, porque cercena sus posibilidades de relación y de consideración social en la medida en la que no es capaz de responder a patrones y roles determinados. Su existencia gana en invisibilidad al no desempeñar ni encajar en esos moldes tradicionales (se deja de participar en actividades de acuerdo a la edad y sexo, no se las considera en el papel de novias, madres o esposas, se les niegan puestos de trabajo en los que existe un componente alto de "exhibición" de la imagen, etc.) y, sin embargo, se realzan elementos de su vida que en personas sin discapacidad serían vistos como normales (estudiar, cocinar, asearse, etc.) o se distorsiona su existencia para hacer retratos de vidas extraordinarias, hechos de "superación personal" heroicos o románticos.
Esta ausencia de expectativas sobre la proyección personal de una mujer con discapacidad y el hecho de no responder a las características que definen un rol social incrementa el desconcierto de los otros a la hora de relacionarse. Este hecho hace que, o bien renuncien a mantener esa relación, o lo hagan siempre bajo el condicionamiento de "no saber qué hacer" ante lo que creen es una persona diferente. Del mismo modo, esta actitud genera desconcierto en la mujer con discapacidad y lo que es peor acrecienta la inseguridad, el miedo y la valoración negativa de sí misma.
De alguna manera, la percepción de nuestro cuerpo nos da indicios (consciente o inconscientemente), de nuestras posibilidades futuras de desarrollo personal, situación social y económica, etc. Existe una relación entre el cuerpo y las expectativas de evolución personal. Esto ha sido uno de los aspectos estudiados por el movimiento feminista identificando el cuerpo de la mujer como objeto de dominación y placer del hombre, lo que la marcará en sus relaciones y expectativas en el mundo. De esta manera, la imagen que una mujer puede llegar a tener de su cuerpo se distorsiona. Se nos enseña a apreciar o despreciar nuestra propia experiencia en función de los conceptos de deseo y aceptación que recibimos de los demás. En este contexto, el cuerpo se convierte en un elemento de intercambio con el que se pueden obtener mejores condiciones, oportunidades, seguridad,... o todo lo contrario cuando no se encaja en ese modelo ideal y aceptado. Así, el análisis feminista acaba identificando la alienación de la mujer con la "objetificación" de su propio cuerpo.
Salud
Las mujeres con discapacidad están entre las más importantes consumidoras de cuidados médicos. Estudios realizados con grupos específicos (autistas, por ejemplo) indican que son proclives a permanecer más tiempo internas en instituciones que los hombres.
· Existen numerosas barreras para acceder a la planificación familiar y a la asistencia a la reproducción: desde acceso físico, de comunicación...
· En los centros hospitalarios son mostradas a grupos de médicos, para el aprendizaje de nuevos profesionales, etc. sin el consentimiento previo. Así también son tomados videos y diapositivas como herramientas formativas sin importar las necesidades de control de las mismas por parte de los usuarios.
Matrimonio y familia.
También aquí, la mujer con discapacidad se ve mayoritariamente discriminada desde el momento que a las mujeres se las juzga, en primera instancia, por su apariencia física antes que por su cualidad como personas. No responden a patrones establecidos y difícilmente se les reconoce su propia sexualidad. Cuanto más evidente la deficiencia, más probabilidad de ser consideradas como seres asexuados y privados del derecho de crear una familia, tener hijos, adoptarlos y llevar una casa. Existe un cuestionamiento social permanente entre el rol que se espera de una mujer y aquel que se le ha asignado como persona con discapacidad. Así, mientras las mujeres en general tienen presión social para tener hijos, las mujeres con discapacidad son animadas a no tenerlos y esto se traduce en una práctica habitual coma la de la esterilización, hecha en la mayoría de los casos sin el consentimiento de la mujer y la negación de la adopción de un hijo argumentando "imposibilidad de la madre" para llevar a cabo su cuidado. Una consecuencia de esta situación (constatable, por el momento, solo por la experiencia y conocimiento de este colectivo) es que el número de parejas donde ella tiene una deficiencia es notablemente inferior a si es él la persona con discapacidad.
Diversas declaraciones institucionales y buen número de documentos elaborados como acercamiento a este tema han considerado la violencia contra la mujer como un crimen y un atentado contra los derechos humanos. Así, la Organización Mundial Contra la Tortura sostiene que ciertas formas de violencia son específicas contra la mujer. Está basada y es causada fundamentalmente por la falta de igualdad entre hombres y mujeres, mostrando características que la acentúan y que tienen que ver con el origen, el estatus, la edad, la preferencia sexual, la cultura y educación recibida.
Sería bueno recordar aquí, como documento básico referencial que es a la hora de servir para desarrollos legislativos, declaraciones, etc, y como fundamento en el que se basa este estudio, la referencia a la definición de violencia que recoge el Informe de la Cuarta Conferencia Mundial Sobre la Mujer
"D. La violencia contra la mujer
La violencia contra la mujer impide el logro de los objetivos de igualdad, desarrollo y paz. La violencia contra la mujer viola y menoscaba o impide su disfrute de los derechos humanos y las libertades fundamentales. La inveterada incapacidad de proteger y promover esos derechos y libertades en los casos de violencia contra la mujer es un problema que incumbe a todos los Estados y exige que se adopten medidas al respecto. Desde la Conferencia de Nairobi se ha ampliado considerablemente el conocimiento de las causas, las consecuencias y el alcance de esa violencia, así como las medidas encaminadas a ponerle fin. En todas las sociedades, en mayor o menor medida, las mujeres y las niñas están sujetas a malos tratos de índole física, sexual y psicológica, sin distinción en cuanto a su nivel de ingresos, clase y cultura. La baja condición social y económica de la mujer puede ser tanto una causa como una consecuencia de la violencia de que es víctima.
La expresión "violencia contra la mujer" se refiere a todo acto de violencia basado en el género que tiene como resultado posible o real un daño físico, sexual o psicológico, incluidas las amenazas, la coerción o la privación arbitraria de la libertad, ya sea que ocurra en la vida pública o en la privada." (1)
A la luz de esta consideración de la violencia, se puede extraer como conclusión que ésta no solo es la agresión física, evidente, sangrante, de una cuchillada o un puñetazo, sino también todo acto que vulnere los derechos humanos que afectan a la libertad, al desarrollo personal, al bienestar, a la privacidad, es decir, a todo aquello que permite que cualquier persona sea y se sienta respetada al amparo de los derechos civiles más básicos.
Causas, orígenes y consecuencias
La violencia de género es una vivencia repetida en un gran número de mujeres a lo largo de su vida. Existen diferencias en su manifestación dependiendo de las culturas, el estatus económico, etc., pero hay unos elementos constantes que permanecen y que hacen del acto violento una condición universal.
Tiene lugar principalmente en el ámbito familiar y doméstico y es perpetrada generalmente por aquellas personas más cercanas en ese entorno. Una suerte de tolerancia y adscripción al ámbito de lo privado del acto violento cuando se ejerce contra la mujer, lo convierte también en invisible o difícilmente detectable por los demás a menos que nos introduzcamos en la esfera privada de las personas. Son actos crueles que van desde la mutilación genital, en algunas culturas, hasta el abuso emocional físico y la explotación económica. Todas son formas de violencia que muchas mujeres pueden haber llegado a conocer a lo largo de sus vidas, pero desgraciadamente solo son algunos ejemplos de las muchas manifestaciones que puede llegar a adoptar.
También se ha argumentado en diversos foros y por juristas, basándose en la Convención contra la Tortura y Otras formas Inhumanas de Trato Degradante o Castigo (Convention against Torture and Other Cruel, Inhuman or Degrading Treatment or Punishment) que las consecuencias que la violencia doméstica provoca en las mujeres que la padecen son una forma de tortura. En el contexto del respeto al ser humano y su integridad, se define a la tortura como (a) it causes severe physical and/or mental pain, it is (b) intentionally inflicted, (c) for specified purposes and (d) with some form of official involvement, whether active or passive. Así, la violencia doméstica se convierte en una agresión de la misma entidad que cualquier forma de tortura hasta ahora conocida y condenada. Esta forma de violencia ejercida contra la mujer "encaja" tanto por las intenciones que la provocan –castigo, intimidación, control, anulación de la personalidad,...— como por el resultado final que puede llegar hasta la muerte, con los elementos que definen a la tortura.
¿Por qué las mujeres?
Se han dado diversas explicaciones al hecho de porqué las mujeres son sujetos de violencia en mayor grado que los hombres. Parecen existir elementos determinantes como el pertenecer a familias desestructuradas, poco desarrollo de habilidades sociales y comunicativas, carencia de poder económico para independizarse, etc. Sin embargo, estos no dejan de ser elementos asociados a la vivencia de mujeres maltratadas, pero no explican el origen primero que es el de que el maltrato comienza como un medio muy eficaz de lograr el control de la otra persona.
El hecho de que una mujer maltratada permanezca viviendo bajo el mismo techo que el agresor tiene explicaciones tan complejas como las causas que lo provocan. Nadie, por muy baja autoestima que tenga, o por muchos mensajes que reciba de que ella no merece otro trato, que ha nacido para servir, etc., nadie busca ni desea permanecer en medio de una situación de violencia. La explicación está más bien en el miedo, el miedo a ser perseguidas, retirada la custodia de los hijos, la dependencia económica,...
Se pueden identificar tres obstáculos esenciales para que una mujer decida abandonar esta situación:
Carencia de recursos:
· La mayoría de las mujeres tienen hijos que dependen de ellas.
· La mayoría no tiene empleo.
· Muchas mujeres no tiene propiedades.
· Hay mujeres que no tienen acceso al dinero o a cuentas bancarias.
· El abandono de un hogar supone también el abandono de un estatus tanto para ella como para sus hijos.
· Inadecuada respuesta institucional:
· La intervención tradicional practicada por muchos profesionales considera que el objetivo es el de salvar el matrimonio a costa de lo que sea, más que detener la violencia.
· La policía raramente proporciona apoyo a las mujeres maltratadas. Se trata a la violencia como una "disputa" doméstica más que como un crimen donde una persona es agredida físicamente.
· La policía puede intentar disuadir a la mujer de que no presente cargos.
· Los jueces raramente imponen la máxima sentencia y una pequeña penalización económica es algo más común.
· No hay suficientes y seguras casas de acogida.
· No existe prevención y la capacidad de disuadir al agresor de que no repita su falta.
· Ideología tradicional:
· Muchas mujeres no creen que el divorcio sea una alternativa viable.
· Hay mujeres que creen que una familia uniparental es inaceptable y que un padre violento es mejor que ninguno.
· Existe una imagen social de que un fracaso en el matrimonio es igual al fracaso como mujer.
· Muchas mujeres se convierten en seres alejados de sus amigos y familias bien por culpa de los celos de sus parejas o para ocultar los signos que delaten agresión. El aislamiento fomenta la idea de que no hay nadie a quien acudir.
· Muchas mujeres racionalizan el comportamiento del agresor culpando al estrés, el alcohol, problemas en el trabajo, desempleo u otros factores.
· A muchas mujeres se las enseña a que su identidad depende de la contingencia de "conseguir" y "mantener" a un hombre.
· El abusador raramente agrede a la mujer todo el tiempo. Durante los periodos de "no-agresión", incluso puede llegar a ser cariñoso y atento. Esto hace que la mujer mantenga esa relación.
La aceptación social (cada vez menos, bien es verdad) de ese comportamiento violento por parte del hombre ha tenido como resultado que no existan penas proporcionales al crimen cometido e incluso que exista un reconocimiento aceptado en su propio entorno del hombre como agresor.
ESPECIFICIDADES DEL MALTRATO SOBRE LA MUJER CON DISCAPACIDAD.
Es ya un hecho ampliamente reconocido en informes provenientes de diversas instituciones, que las mujeres son más vulnerables a los abusos y malos tratos que los hombres: tanto en España como en otros países de la Unión Europea se barajan cifras en las que en torno al 40% de las mujeres sufren malos tratos físicos.
En este mismo sentido, encontramos datos en estudios específicos realizados en algunos países de la Unión Europea y, sobretodo, en América, que muestran cómo las personas con discapacidad son receptoras de mayor número de abusos que las personas sin discapacidad (en una ratio de dos a cinco veces más).
La confluencia de todos estos factores en las mujeres con discapacidad, especialmente aquellas que tienen deficiencias severas, dificultades de aprendizaje y de comunicación, hace que se conviertan en un grupo con un altísimo riesgo de sufrir algún tipo de violencia, lo que supera ampliamente los porcentajes de malos tratos que se barajan respecto a las mujeres sin discapacidad.) (2).
Además de los actos claramente tipificados como violentos, hay que añadir otros más sutiles derivados de actitudes discriminatorias. La discriminación por razón de la mayor o menor capacidad física o intelectual de las personas es un acto violento en sí mismo y genera, a su vez, frustración y violencia en la persona que lo padece; si a eso añadimos la discriminación por razón de género, estamos contribuyendo a incrementar un nivel de agresión y violencia hacia las mujeres con discapacidad completamente intolerable en igual grado y manera que lo es la ocultación o la ignorancia de esta situación. Esta laguna o falta de información revierte negativamente tanto sobre las propias afectadas como sobre los profesionales que atienden servicios de atención e información a víctimas de la violencia o de personas con discapacidad.
Se puede enumerar un amplio abanico de factores que expliquen esta situación tales como:
· Variación en la definición del concepto de maltrato.
· Dificultad para reconocer como señales de maltrato circunstancias que se asocian de forma "natural" a la condición de mujer con discapacidad.
· Dificultad para identificar como malos tratos algunas de las situaciones que se definen en esta Guía como abandono físico o maltrato emocional.
· La falta de credibilidad que se otorga a una mujer que tiene problemas de comunicación o mentales.
· Dificultad "moral" de la sociedad en reconocer que una mujer con discapacidad haya podido ser objeto de violencia o abuso.
· Divergencias metodológicas a la hora de analizar las causas y consecuencias de la violencia sobre mujeres con discapacidad.
¿Qué hace a las mujeres con discapacidad más vulnerables a la violencia?
Posiblemente, esta mayor exposición a padecer situaciones de violencia tiene su origen en actitudes y consideraciones sociales hacia la mujer surgidas de una sociedad masculina, unidas a ciertas condiciones propiciadas por la discapacidad en sí, tales como:
· El hecho de ser menos capaces de defenderse físicamente.
· Tener mayores dificultades para expresar los malos tratos debido a problemas de comunicación.
· La dificultad de acceso a los puntos de información y asesoramiento, principalmente debido a la existencia de todo género de barreras arquitectónicas y de la comunicación.
· Una más baja autoestima y el menosprecio de la propia imagen como mujer.
· El enfrentamiento entre los papeles tradicionales asignados a la condición de mujer y la negación de éstos mismos en la mujer con discapacidad.
· Mayor dependencia de la asistencia y cuidados de otros.
· Miedo a denunciar el abuso por la posibilidad de la pérdida de los vínculos y la provisión de cuidados.
· Menor credibilidad a la hora de denunciar hechos de este tipo ante algunos estamentos sociales.
· Vivir frecuentemente en entornos que favorecen la violencia: familias desestructuradas, instituciones, residencias y hospitales.
· Las mujeres que sufren asaltos más severos y frecuentes son aquellas que tienen una multideficiencia, problemas de desarrollo mental, de comunicación y aquellas que adquirieron su discapacidad desde el nacimiento.
Pero, quizá, sobre todas estas circunstancias que dan lugar a un desconocimiento e ignorancia de la situación, está el hecho de la existencia de la discriminación por razón de la discapacidad y un acentuado prejuicio social hacia estas mujeres. (3)
Se ha hecho referencia anteriormente al componente cultural, religioso, etc. que determina la forma en que las personas, y más concretamente las mujeres con discapacidad, son percibidas por la sociedad, es decir, como seres imperfectos, dependientes y débiles. Si a esta imagen añadimos los tabúes y motivaciones que rodean el abuso sexual, por ejemplo, nos encontramos con elementos poderosos para que esta situación de agresión sobre todo hacia las mujeres, se siga perpetuando.
En un intento de explicar el porqué de esa tendencia generalizada a abusar y maltratar a estas mujeres, D. Sobsey (1990) identifica varios mitos con los que la sociedad ha rodeado a las personas que no responden al patrón común del ser "normal". Así, el mito de la "deshumanización" retrata a las personas con discapacidad como seres en "estado vegetativo" y por lo tanto de una calidad de miembro de la sociedad inferior. Cualquier violación y abuso ejercida contra estas personas en la mente de un violador, no tiene que ser considerada con la misma categoría de delito.
El mito de la "mercancía dañada" está muy asociado con el concepto de deshumanización ya que considera a la persona con discapacidad como una mercancía defectuosa. Este mito fundamenta argumentos como el que justifica la eutanasia o el sacrificio de estos seres en aras de un "interés mayor". En este caso, la vida de la persona con discapacidad no vale la pena de ser vivida en su circunstancia y no se pierde nada con su muerte. Este razonamiento puede ser el esgrimido por un violador o agresor sexual a la hora de escoger una víctima que disminuya su grado y sentimiento de culpabilidad.
El mito de la "insensibilidad al dolor". A muchas personas con problemas mentales y emocionales se las describe como insensibles al sufrimiento. Sin ningún motivo racional, el violador puede llegar a creer que, puesto que estas personas "entienden menos", también "sienten menos". Sin embargo, existen investigaciones que demuestran que las personas con cualquier tipo de discapacidad sufren un mayor trauma emocional como consecuencia de una situación de abuso que cualquier otra víctima (Vernon & Scanlan, 1987).
El mito de la "amenaza de la discapacidad". Muchas veces las personas con algún tipo de deficiencia física, sensorial o mental son vistas como peligrosas y como una amenaza para la sociedad. Esta suele ser una forma de racionalizar el abuso por parte del agresor argumentando que no fue él sino su víctima quien le atacó.
El mito de la "indefensión". Esta es una percepción de la vulnerabilidad de las personas con necesidad de dependencia de otras para su que hacer diario. Este es un elemento de elección de la víctima usado de forma muy habitual por el acosador y que deriva de la imagen victimizada y débil que la sociedad promueve de las personas con discapacidad.
TIPOS DE VIOLENCIA
Basándonos en las declaraciones enmarcadas dentro del respeto a los derechos humanos y la no-violencia, recogemos a continuación una clasificación de distintos tipos de violencia. A partir de estas definiciones, consideramos que es posible una aproximación más amplia a las distintas situaciones de abuso y violencia que son susceptibles de sufrir las mujeres con discapacidad.
Al clasificar las diferentes manifestaciones que puede adoptar la violencia contra la mujer, se hace una diferencia entre los casos en los que la persona que ejerce esa acción lo hace de una forma "activa" (violencia activa) o se trata de la omisión de una acción lo que genera una "violencia pasiva". Además, se describen una serie de señales, identificadas con un símbolo de atención, que pueden servir para dar indicios de la existencia de una situación de violencia.
VIOLENCIA ACTIVA
El epicentro de toda la violencia activa está en el ejercicio del abuso sobre la víctima. Esta categoría de violencia estaría comprendida por una serie de categorías como son el…
abuso físico,
abuso emocional
abuso sexual
abuso económico
VIOLENCIA PASIVA
La expresión "violencia pasiva" se refiere a aquellos actos que por negación o por omisión tienen como resultado la generación de un daño físico o psicológico. Dos de sus categorías más importantes son el…
abandono físico
abandono emocional
VIOLENCIA ACTIVA
¿Cómo se concreta la violencia activa?
Aquí vamos a dar una somera descripción de las formas de violencia activa que pueden ejercerse sobre mujeres con discapacidad en su ámbito cotidiano, así como la forma en la que habitualmente suele concretarse.
Abuso físico
Cualquier acción directa o indirecta que pone en riesgo la vida, salud o bienestar de las mujeres con discapacidad provocando dolor, sufrimiento innecesario o una deficiencia en la salud.
Manifestaciones:
· Agresión corporal.
· Administración de fármacos de forma injustificada.
· Restricción de la movilidad.
· Señales de alarma:
· Estado de sedación, nerviosismo.
· Disfunción motora ajena a la deficiencia.
· Señales de violencia física: marcas en muñecas y tobillos, fracturas, mordiscos, lesiones internas, quemaduras, etc.
· Deterioro de su capacidad física residual
· Abuso emocional
Pauta de comportamiento que resulta en un daño en el bienestar y equilibrio emocional de la mujer con discapacidad.
Manifestaciones:
· Aislamiento, prohibiendo o limitando el acceso a los medios de comunicación (teléfono, correo…), información, así como relaciones con familiares de fuera del hogar y vecinos.
· Maltrato verbal mediante insultos, críticas constantes, ridiculización de su cuerpo, castigos en presencia de otros.
· Sobreprotección.
· Opinar, hablar o tomar decisiones por ella.
· Intimidación, chantaje emocional.
Señales de alarma:
· Depresión.
· Dificultades de comunicación e interrelación.
· Inseguridad, baja autoestima.
· Abuso sexual
Acciones que suponen una agresión sexual hacia las mujeres con discapacidad y que pueden resultar en un daño físico o emocional.
Manifestaciones:
· Violación.
· Vejación sexual.
· Señales de alarma:
· Señales, lesiones en genitales.
· Miedo a relacionarse con ciertas personas.
· Embarazos no deseados.
· Enfermedades venéreas.
· Abuso económico:
Acciones que suponen la privación de derechos y control sobre las propiedades y el dinero propio o de compartición familiar. Se entiende también como tal el forzar a la mujer con discapacidad a realizar actividades lucrativas para terceros mediante la utilización de su imagen.
Manifestaciones:
· Uso de mujeres y niñas con discapacidad para el ejercicio de la mendicidad.
· Utilización de la mujer con discapacidad en tareas mal remuneradas y vinculadas al empleo clandestino.
· Limitar el acceso a la información y gestión de la economía personal.
· Usar el dinero como penalización.
· Negación familiar del acceso a recursos económicos externos (trabajo, becas, etc.)
· Señales de alarma:
· Excesiva dependencia de terceros.
· Escasas expectativas sobre sí misma y su proyección personal o profesional.
VIOLENCIA PASIVA
¿Cómo se concreta la violencia pasiva?
La expresión "violencia pasiva" se refiere a aquellos actos que por negación o por omisión tienen como resultado la generación de un daño físico o psicológico.
Aquí se mencionan algunas de sus manifestaciones y señales de alarma.
Abandono físico
Se entiende por tal, la negación o privación de los aspectos básicos necesarios para el mantenimiento correcto del organismo en lo relativo a su salud, higiene y apariencia.
Manifestaciones:
· Negligencia en la alimentación.
· Abandono en la atención personal.
· Abandono en la higiene.
· Falta de supervisión.
· Señales de alarma:
· Desnutrición.
· Enfermedades frecuentes ajenas a la discapacidad.
· Vestuario inadecuado en relación al sexo, al tiempo atmosférico y a la discapacidad de la persona.
· Ropa sucia.
· Largos periodos sin vigilancia.
· Problemas físicos agravados por falta de tratamiento.
· Abandono emocional
Aquellos actos que niegan o privan de atención, consideración y respeto hacia la mujer.
Manifestaciones:
· Ignorar su existencia.
· No valorar su opinión.
· Avergonzarse de su existencia
· Señales de alarma:
· La no interacción.
· Ausencia de motivación por su desarrollo personal.
· Escasa o nula participación en actividades familiares o sociales.
· Resulta importante señalar que, en la mayoría de los casos, las condiciones que genera la propia discapacidad hace que no resulte fácil la denuncia de estas situaciones de violencia por parte de las propias víctimas. Se hace necesario, pues, que tanto las Asociaciones de personas con discapacidad como los profesionales y la sociedad en su conjunto se hagan eco del problema y sean capaces de percibir la voz de alarma ante estas prácticas violentas ejercidas sobre estas mujeres.
·
POLÍTICAS GENERALES PARA COMBATIR LA VIOLENCIA CONTRA LA MUJER
Es importante referirse a las Declaraciones realizadas por la ONU sobre los Derechos Universales, donde se menciona que las situaciones de violencia ejercida contra las mujeres con discapacidad suponen la transgresión de los principios defendidos en estas declaraciones.
Ya en 1975, existió una primera llamada de atención por parte de este organismo internacional sobre la gravedad que entraña la violencia de género, considerándola en posteriores declaraciones un atentado contra los derechos de la mujer de una forma más explícita. En 1993, con la aprobación por parte de la Asamblea General de la ONU de la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra las mujeres, ésta es claramente reconocida como una violación de los Derechos Humanos.
La violencia contra la mujer es definida por la ONU como:
"Cualquier acto de violencia basado en el género que produzca, o acabe produciendo resultados de daño físico, psíquico o sexual o sufrimiento en la mujer, incluyendo amenazas de tales actos, coacción o privación arbitraria de libertad, ocurriendo todo esto tanto en el ámbito público como en el privado" (4).
Apoyan esta consideración de la violencia como un acto, no solo de agresión física, sino también de daño psíquico y sexual, nuevas referencias de años posteriores.
En la Resolución de la Comisión de Derechos Humanos "La eliminación de la violencia contra la mujer" (1997/44) y en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Beijing (China) en septiembre de 1995, se señala la especial vulnerabilidad a la violencia de grupos minoritarios de mujeres:
"Algunos grupos de mujeres, como las que pertenecen a grupos minoritarios, las mujeres indígenas, las mujeres refugiadas,(....) las mujeres con discapacidades (...) son también particularmente vulnerables a la violencia".
Añadiendo que se debe:
"Garantizar (por parte de los gobiernos) el acceso de las mujeres con discapacidad a la información y los servicios disponibles en el ámbito de la violencia contra la mujer"
En las Reglas Estándar de la Naciones Unidas para la Igualdad de Oportunidades para las Personas con Discapacidad, (Asamblea General de la ONU, 1993), en la Regla nº 9.- Vida familiar e integridad personal, se señala:
"Las personas con discapacidad y sus familias necesitan ser informadas ampliamente acerca de las precauciones que deben tomar contra el abuso sexual y otras formas de abuso. Las personas con discapacidad son particularmente vulnerables al abuso en la familia, la comunidad e instituciones y necesitan ser educados en cómo prevenir la ocurrencia del abuso, reconocer cuando el abuso ocurre e informar de tales actos."
El mismo documento, en la Regla nº 15.2. insiste en la:
"Necesidad de la acción legislativa para cambiar las condiciones que dan lugar a efectos adversos en la vida de las personas con discapacidad, incluyendo el acoso y la victimización. Cualquier discriminación contra las personas con discapacidad debe ser eliminada de la legislación nacional y determinar sanciones apropiadas en caso de violación de los principios de no–discriminación."
Cuando en este informe nos referimos a la violencia, incluimos en su definición aquellos actos que tienen que ver con la vulneración de los derechos humanos. Actualmente esta concepción de la violencia contra la mujer está instaurando y fundamentando cada día más políticas y programas de actuación. Sin embargo, no siempre fue así ya que existía una interpretación más limitada de lo que suponía un atentado contra los derechos humanos a nivel internacional y sobre todo no cuestionaba la intervención de los Estados al respecto.
La "responsabilidad del Estado" a la hora de prevenir abusos también en la esfera privada de sus ciudadanos, ha contribuido a alimentar esta idea de que también la violación de los derechos humanos en ese ámbito debe ser perseguida.
"Los Estados pueden también ser responsables de los actos privados si fracasan, a la hora de actuar con la diligencia debida, previniendo la violación de los derechos o investigando y castigando actos de violencia y a la hora de proporcionar una compensación" (5)
Tanto la Conferencia Europea sobre la Igualdad entre Mujeres y Hombres, celebrada por el Consejo de Europa en Roma, (1993) como la Conferencia Mundial de Derechos Humanos celebrada en Viena en 1993 sirvieron también para insistir en que los derechos humanos tienen su origen en la dignidad y el valor de la persona humana y que los derechos de las mujeres son parte indisociable de ellos. De esta manera, la violencia y todas las formas de acoso y explotación sexual ejercida contra las mujeres, son un atentado y una vulneración de esos derechos.
Parece, pues, existir, en los últimos años, un reconocimiento internacional de la situación y se insta a los poderes públicos y a la sociedad en general a tomar una postura activa cara a su prevención y eliminación.
Sin embargo, no existen referencias explícitas a la situación específica de la experiencia de situaciones de violencia contra las mujeres con discapacidad.
Por otro lado, las organizaciones de personas con discapacidad señalan también la importancia del problema. En la publicación del "Manifiesto de las Mujeres con Discapacidad en Europa" (European Disability Forum, 1998), se señala la existencia de la violencia contra la mujer con discapacidad:
(...) La violencia contra las niñas y las mujeres con discapacidad es un gran problema y las estadísticas muestran que mujeres y niñas con discapacidad son, probablemente, víctimas de la violencia por su vulnerabilidad.(...)
Se trata de un documento de referencia para la construcción de políticas generales en el que se reúnen una serie de principios y propuestas entre los que se encuentran la eliminación de todo tipo de violencia.
Las mujeres con discapacidad creemos que las organizaciones deben desarrollar acciones conjuntas en temas específicos como son los psicológicos, jurídicos y culturales, en unión con las entidades publicas y privadas.
El crear una sociedad verdaderamente plural, donde todos y todas participemos sólo puede resultar viable si existe un reconocimiento de los derechos de las mujeres, y no ya sólo eso, sino también una eficacia material de dichos derechos, incluyendo las distintas perspectivas que pueden incidir en el género.
El fomento de políticas que incluyan medidas de discriminación positiva en favor de los grupos en peligro de exclusión social, unidas a la labor de concientización y promoción de valores de solidaridad, de igualdad y de justicia, es la diferencia que permitirá aceptar el desafío de una sociedad donde todas las formas de existencia humana sean viables, considerando a cada persona como parte de la totalidad de la humanidad.
No queremos, ni necesitamos ni aceptamos más gestos. Las mujeres con discapacidad hoy nos paramos fuerte y alzamos nuestras voces. No nos sentimos víctimas ni solicitamos compasión. Somos ciudadanas de primera como cualquier otra y exigimos nuestros derechos. Somos un factor de desarrollo como cualquier otro colectivo y requerimos que la sociedad se transforme para valorar, aceptar y compartir nuestra experiencia desafiante y creativa como colectivo.
Las mujeres con discapacidad somos un colectivo diverso y, en ese sentido, nuestras demandas y necesidades son, a la vez, comunes y distintas. Nuestras diferencias intelectuales, psíquicas, sensoriales, físicas y del desarrollo tienen su propia especificidad y requieren de medidas también diferenciadas. Por ello, las respuestas que se busquen a nivel de accesibilidad, educación, seguridad social, transporte, comunicación y contra la violencia, deberán adecuarse a ellas.
Las mujeres debemos comenzar a mirarnos mutuamente, aprender de nuestras variadas experiencias y cooperar solidariamente por la construcción de una sociedad inclusiva. La celebración de la diversidad es un principio inspirador que compartimos diversas personas y colectivos democráticos; pues la diversidad nos incluye también a nosotras, las mujeres con discapacidad; así como incluye a las mujeres de diferente origen étnico, de diferente color, de diferentes edades y de diferentes preferencias sexuales.
Invitamos a los colectivos de mujeres a comprometerse, por primera vez, de manera explícita y consistente a levantar las banderas de las mujeres con discapacidad porque son las suyas propias; a nombrarnos y contemplar nuestros intereses en la legislación; a proponer y defender programas y medidas de acción positiva de carácter multisectorial; a demandar una acción efectiva del Estado para nuestro bienestar; a promover medidas que eliminen los prejuicios y la discriminación hacia nosotras y a garantizar la descentralización de políticas regionales de equidad de género que nos tomen en cuenta
La situación de la mujer con discapacidad visual en Latinoamérica no escapa a esta realidad, en un futuro cercano esperamos contar con datos de población que nos ayuden en nuestro trabajo mediante un registro de mujeres con discapacidad visual.
Queremos terminar con un mensaje:
Si nos queda aún lejos ese techo de cristal que nos impide alcanzar las posiciones más altas en nuestra sociedad, empecemos desde ya a despegar de este suelo pegajoso que nos retiene. Las mujeres con discapacidad esperamos un futuro no lejano, en el que el límite sea la capacidad y no el género.
Ester Sonia Povis Medina
Elizabeth Francisca Campos Sánchez
Quito Abril – 2004
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